miércoles, 16 de septiembre de 2009
LO QUE LOS LÁPICES ESCRIBIERON, YA NO SE PUEDE BORRAR
Es el camino. Es el impulso a recorrerlo; el impulso brota de la sangre, se alimenta con los sentidos siempre despiertos. Así aprendemos, abrigando sueños en el horizonte, con la memoria como brújula, cuando los vientos llenan de arenas los ojos.
Atrás, quedarán las heridas morbosas, el daño ambicioso, castrador, desparramando intereses caprichosos, planificando el mundo en función de la soberbia. Pero el camino sigue siendo, nace todos los días y en todos los rincones, es inevitable. Hacia allí vamos, a ese lugar en donde somos todos. Mientras existan pasos, todo esfuerzo asesino será insuficiente. Los pasos dejan huellas, en la tierra, en el alma y en la conciencia.
Las bestias pueden apagar los gritos, pero a la noche volverán a escucharlos, a ellos, a nosotros. Pueden negar, sin tener en cuenta que es el combustible de su ocaso. Pueden escapar, pero nunca olvidar.
Siempre será en vano la garra acechando; siempre existirá el camino, y eso es inevitable.
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