A doce días de su asunción, Macri le aceptó la renuncia a Abel Posse. El ministro de Educación se va desgastado por el rechazo de los gremios, los organismos de DD.HH. y todo el arco opositor. Su reemplazante sería el diputado PRO Esteban Bullrich.
Por Werner Pertot en Página 12
Con sólo doce días frente al cargo, Abel Posse renunció como ministro de Educación de Mauricio Macri. Luego de que el jefe de Gobierno decidiera nombrarlo sin escuchar los cuestionamientos de los gremios docentes, los organismos de derechos humanos y la oposición porteña, el cónsul de dos dictaduras se convirtió en el funcionario más fugaz de la gestión PRO. Posse cosechó un rechazo unánime luego de afirmar que estaban “ilegítimamente encarcelados los militares que lograron el cometido de aniquilar a la guerrilla en sólo diez meses”, que los ex detenidos-desaparecidos eran un “residuo de subversivos” y que los jóvenes están “drogados y estupidizados por el rock”, entre otras frases memorables. El principal candidato a reemplazarlo es el diputado Esteban Bullrich.
Macri decidió pedirle la renuncia a Mariano Narodowski para darle un cierre al escándalo de espionaje de Ciro James, que cobraba un sueldo de seis mil pesos mensuales en el Ministerio de Educación. En su lugar, eligió a Posse, que consiguió unificar en su contra a todos los gremios docentes, a la totalidad de los opositores y a estrellas de rock, como Andrés Calamaro, León Gieco y Litto Nebbia, entre otros. También lo cuestionaron los jueces de la Corte Suprema Carmen Argibay y Eugenio Zaffaroni y se diferenciaron de él diversos ministros del propio gobierno macrista (en primera fila, Narodowski).
Tras el pedido de que no lo dejara jurar en el cargo, Macri decidió seguir adelante con su designación y le pidió que no hiciera más declaraciones sobre el pasado, sino que se dedicara a hablar de educación. En público, lo defendió como “un intelectual provocador”, un argumento que no convenció a muchos. “Esperemos que este hombre entienda qué lugar debe ocupar”, murmuraban en el gabinete, mientras Macri le tomaba juramento el 11 de diciembre, hace menos de dos semanas.
Sin embargo, el ministro –que cosechó dos marchas en su corta gestión– desobedeció el pedido del jefe de Gobierno y siguió adelante con su raid mediático. “Qué me va a retar Macri. ¡A mí no me reta nadie!”, se jactó, en un reportaje con Página/12. Los macristas pensaban coronar el cambio de ministro con la creación de un consejo asesor, al que querían sumar al filósofo Santiago Kovadloff, al rabino Sergio Bergman, al ex ministro de Educación de la Alianza Andrés Delich. Pero luego de las primeras declaraciones del ministro, todos huyeron despavoridos. En las segundas líneas del ministerio tampoco habían caído nada bien sus declaraciones sobre el rock y se quejaban de que iba sólo una o dos horas por día.
“No estaba cómodo con cómo lo estaban tratando la prensa y los sindicatos”, explican su renuncia cerca de Macri, en donde detallaron que Posse presentará hoy su renuncia formalmente. “Habló como escritor y la tribuna era otra”, sentencian en Bolívar 1. Si bien la noticia representa otro dolor de cabeza para Macri –para colmo, le cae el día en que relanzó la Policía Metropolitana– entre los macristas había cierto alivio por la salida del ministro problemático.
El jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta –que dará una conferencia de prensa hoy a las 9 para explicar los motivos de la renuncia– tiene ahora la oportunidad de ubicar a su candidato, Esteban Bullrich, y se ve fortalecido en el ranking interno del gabinete PRO: Narodowski, el ministro saliente, respondía al espacio de Gabriela Michetti y Abel Posse fue propuesto por el secretario general Marcos Peña. Ex compañero de fórmula de Ricardo López Murphy, Bullrich ya fue ministro de Desarrollo Social del gobierno porteño durante la licencia por embarazo de María Eugenia Vidal y es una de las figuras nacionales de PRO.
Un carbono 14 ahí
Antes de que asumiera, este diario informó que Posse fue designado en el Consulado de Venecia por la dictadura de Agustín Alejandro Lanusse y en 1976 consiguió ser confirmado en el cargo. Durante el menemismo fue designado embajador en Perú, en donde recibió un llamado de atención por su defensa del gobierno de Alberto Fujimori. Hasta el día de hoy –según le dijo a este diario– piensa que Fujimori “era muy popular”, pese a que fue condenado por delitos de lesa humanidad. Como embajador en España, cuestionó al juez Baltasar Garzón por los juicios que abrió contra los represores argentinos.
Un día después de que Macri anunciara que lo iba a designar, Posse publicó una columna en La Nación en la que ratificó esta línea de conducta: en una diatriba contra los “jóvenes asesinos”, señaló que “en la desnaturalización idiomática que viven los argentinos, los mismos dirigentes de la oposición hablan a media lengua y se fugan hacia la prevención educativa (...) rehuyendo la batalla central”. Posse aseguró que “en nuestro país el gatillo fácil lo tienen los delincuentes” y remarcó que “reprimir es obligación del Estado”.
El ex funcionario PRO acusó al gobierno nacional de imponer “una visión trotskoleninista de demoler las instituciones militares y la policía, como vengándose de los años setenta, cuando una minoría se alzó contra el Estado para imponer una revolución socialguevarista, ajena y aislada de la inmensa mayoría”. Y aseguró que los gremios docentes “cuando negocian con los chicos en el medio es como si alguien les pusiera un revólver en la cabeza”. Ese día, mientras sindicalistas docentes y opositores pedían su cabeza, en la mesa chica del gobierno porteño se evaluó pedirle que diera un paso al costado. Pero Macri lo ratificó, a pesar del rechazo masivo que derivó en dos marchas y en un grupo de Facebook contra el ministro que ayer a la noche tenía más de 29 mil miembros.
Las mismas posturas fueron defendidas por Posse en columnas anteriores, por lo que en la gestión PRO no pueden alegar desconocimiento. Por ejemplo, en 2006 pidió una “gran amnistía nacional” para los represores, sobre los que se cometió un “exceso de justicia”. También sostuvo que se “indemniza subrepticiamente a quienes participaron de un alzamiento contra el gobierno democrático” y que en el gobierno nacional se mantiene la “ilusión de algunos derrotados persistentes que quisieran transformar nuestras Fuerzas Armadas en milicias ideológicas con ideas muertas y enterradas”. También defendió al obispo castrense Antonio Baseotto y sostuvo que, con el reparto de preservativos, “se preserva el cuerpo y se sigue enfermando el alma juvenil”.
En un reportaje con Página/12, amplió su pensamiento sobre los desaparecidos, sobre los que había dicho que en Europa “diez mil muertos le aseguro que no figuran”. “Diez mil muertos tampoco es lo que vivió China, Rusia, Francia, España”, justificó ante este diario. También aseguró que el rock es “un hecho muy foráneo y que estaba ligado a una cosa que no era muy saludable”. Enterrado por su propio pensamiento, Posse le dejará hoy su renuncia al jefe de Gobierno. Tuvo, al menos, un mérito: duró un año menos que el conferencista de Cecilia Pando y ex funcionario PRO, el inolvidable Federico Young.
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